martes, 21 de octubre de 2008

La menguante clase media española

“G” y “A” son una pareja amiga mía casada desde hace unos años. Son profesionales con salarios medios y con un hijo a su cargo. Para ellos la crisis económica se ha convertido en una pesadilla de la que no consiguen despertar. “A” trabajaba como secretaria de alta dirección en un banco de inversión y acaba de ser despedida con una exigua indemnización al atesorar poca antigüedad (solo llevaba dos años trabajando en esa compañía “tan prestigiosa y segura” según pensó ella en su día al dar el salto desde su anterior trabajo). Le enfurece pensar en ello y “G” expresa su malestar con palabras que rezuman rabia y desencanto: "No nos lo esperábamos; no nos esperábamos un deterioro tan rápido de la situación económica ni que la crisis nos golpeara directamente; ahora, con un sueldo menos y los precios disparados, peligra el bienestar de nuestra familia”. “G” y “A”, como muchas otras parejas españolas, compraron un piso (“sobrevalorado”, dicen ahora) a crédito hace seis años y actualmente se las ven y se las desean para continuar pagando la hipoteca, y empiezan a comparar: “Si una familia en Estados Unidos deja de pagar la hipoteca le embargan la casa y queda saldada la deuda; si una familia española deja de pagar la hipoteca, el banco le embarga la casa y si la subasta de la vivienda no alcanza para cancelar la deuda le embarga mes a mes el salario hasta que se paga la deuda por completo”. Obviamente nadie les aviso que se estaban endeudando por unos precios de la vivienda extraordinariamente altos (inflados por la especulación) a unos tipos de interés extraordinariamente bajos (negativos en términos reales). De hecho, hasta les hicieron dudar de la existencia de una burbuja inmobiliaria cuyo pinchazo hubiese desinflado el crecimiento económico antes de tiempo. En consecuencia, muchos ciudadanos de a pie se endeudaron hasta las cejas para acceder a un bien tan básico como una vivienda donde vivir.

Como consecuencia de lo anterior, “G” y “A” ya han puesto en práctica un plan anticrisis: adiós a los pequeños caprichos; apenas salen a cenar a restaurantes; rehuyen la ropa de gama alta; llenan la cesta de la compra con marcas blancas e incluso han cancelado sus próximas vacaciones estivales: “el próximo verano casi seguro que iremos a casa de mi madre en Villalba” (N. del R.: un pueblecito enclavado en la sierra de Madrid), dice “G” mientras “A” asiente. Eso sí, de momento no han decidido sacar al niño del colegio privado y meterlo en uno público. Aunque con un país a las puertas de la recesión, nada es más cierto que todo es incierto. Para “A” es indudable que la clase media se está empobreciendo: “Lo noto en mí y en los que me rodean, salvo en los amigos de ingresos mucho más altos”.

Esta clase media, que empezó a despuntar en los años sesenta y que he sido la punta de lanza de la modernización del país, está perdiendo su glamour y su dinamismo a marchas forzadas. Puede que incluso esté menguando –menos y más pobres- ya que está siendo atacada en todos los frentes posibles: inflación desbocada, petróleo caro, Euribor ascendente, la crisis inmobiliaria, el repunte del paro y el hundimiento de los mercados bursátiles. A esto tal vez haya que añadir un modelo social, económico y de crecimiento anticuado que no sabe ni puede competir en un mundo cada vez más globalizado, un modelo que nos aboca a una baja productividad y a unos trabajos de poca cualificación y sin ningún valor añadido debido a –entre otras causas- la poca inversión en I+D+i, las rigidices del mercado laboral y un pésimo sistema educativo. Aunque sin d
uda lo que más daño hace a esta clase social es la inflación y los precios desbocados: el dinero vale cada vez menos y esto afecta sobre todo a los que viven de las rentas, de sus salarios. Y encima, al parecer, los salarios reales llevan prácticamente congelados desde 1.996 y los impuestos no han hecho más que subir. Y todo esto puede que afecte a “G” y “A” de una manera que ellos consideran preocupante, pero al menos ellos conservan una red de seguridad que es la familia. Pero las familias también se rompen o simplemente no están capacitadas para responder en casos extremos. Al hilo de esta reflexión me viene a la cabeza el caso de dos buenas amigas de diferentes ciudades de España con hijos a su cargo y pocas ayudas externas; dos maravillosa
s féminas con mucho carácter enfrentadas a un mundo cada vez más hostil, ambas malabaristas a la hora de administrar el dinero; dos verdaderas “madres coraje” que harían cualquier cosa por salvaguardar la integridad de sus cachorros. Muchas gracias, queridas amigas, por vuestro ejemplo diario pleno de audacia, esfuerzo y valentía.

Ciertos eco
nomistas afirman que hay menos gente de clase media ya que mengua por los dos extremos: el número de ricos habría aumentado y el de pobres, con la inmigración, también. Algunos sociólogos aseguran que las clases medias viven hoy mejor que hace dos décadas y que somos unos “ricos con problemas” sobre todo teniendo en cuenta que el 80% de los españoles tiene su casa en propiedad. En fin, que cada uno saque sus conclusiones pero lo cierto es que llamada “ansiedad de la clase media” (1) y la incertidumbre sobre el futuro no hace más que aumentar con todos los riesgos psicológicos y mentales que ello conlleva.

Aunque realmente el verdadero peligro, problema y drama de este empobrecimiento relativo de las clases medias es que la franja baja de las mismas sufre el riesgo real de un movimiento social descendiente debido al bestial y feroz endeudamiento familiar (el 46% de la renta bruta de las familias se va en la hipoteca). Ni que decir tiene que los más afectados son los inmigrantes. Por tanto nos encontramos con un gran grupo de clase media baja, de población débil y sostenida con pinzas, a quien apretarse el cinturón en estos momentos les resulta muy complicado, por no decir imposible, y donde unos cientos de euros al mes marcan la diferencia. De aquí a la quiebra financiera de las familias y a estar a punto de pasar hambre queda un paso muy corto. Y quizás ya lo estemos viendo: ese vecino mayor que siempre lleva la misma chaqueta, esa amiga que ya no va a la peluquería por “falta de tiempo”, esa pareja con hijo, techo e incluso sueldo pero que esconden su delgadez tras anchas cazadoras… Son los nuevos pobres, los pobres invisibles –debido a su relativo buen aspecto- que tras unos años de bonanza vuelven a hacer (o hacen por primera vez) cola en comedores sociales, dispensarios de ropa y en las puertas traseras de las parroquias, como la que tengo frente a mi casa. En este último lugar, hace quince años acudían unas diez familias españolas por tarde. Durante la última década sólo inmigrantes africanos y latinoamericanos. Desde hace unos meses los españoles han vuelto a aparecer en gran cantidad, como en estampas de posguerra. La organización Cáritas (2) dio la voz de alarma hace un par de semanas al anunciar que en lo que va de año, en Madrid, un 20% más de familias han pedido ayuda de primera necesidad para poder subsistir. La situación fuera de esta ciudad –una de las más ricas de España- es aún peor.

Asimismo, la franja de vulnerabilidad es cada vez mayor: ya no solo se trata de parados de la construcción, sino también de jóvenes con formación, pensionistas o familias con hijos y un sueldo mileurista… se trata, en muchos casos, de españoles que acuden tarde a la parroquia, cuando ya oscurece, para que nadie les vea en el barrio. Se trata de lo que Julio Caro Baroja llamaba la “pobreza vergonzante” (3), es decir, personas que corresponden a una, en teoría, clase superior y que por tanto no pueden demostrar públicamente su pobreza. Se trata de otra demostración del falso orgullo del español, que es capaz de gastar lo que no tiene a fuer de aparentar que no le falta de nada. Pobreza material y miseria moral.

Y lo peor parece que está por llegar: se prevé un paro del 15% el año que viene. Ese podría ser el año en el que muchos pasen del Círculo Rojo (4) al Octavo Círculo (5). Le puede ocurrir a cualquiera.

(1) “La ansiedad de la clase media”:

http://www.iht.com/articles/2008/04/29/business/29prices.php

http://www.nysun.com/opinion/cause-of-middle-class-anxiety/76801/

(2) Cáritas:

http://www.caritas.es/

(3) “Pobreza vergonzante”:

http://www.ugr.es/~pwlac/G05_01Julio_Caro_Baroja.html

http://www.abc.es/20081021/toledo-toledo/vuelve-pobreza-vergonzante-20081021.html

http://www.elmundo.es/papel/2004/09/27/catalunya/1697253.html

(4) Círculo Rojo:

http://www.bimbo.es/producto.cfm?id=72&menu=4,5

(5) Octavo Círculo:

http://www.architecthum.edu.mx/Architecthumtemp/numerodos/ponencia25.htm

http://altreligion.about.com/library/graphics/bl_structure.htm

sábado, 18 de octubre de 2008

Reciente historia económica española y recetas para salir reforzados de esta crisis

Propongo ahora que hagamos un somero repaso de nuestra historia económica más reciente con el objetivo de analizar los aspectos positivos y negativos de la misma y poder extraer conclusiones que nos permitan elegir y tomar algunas medidas frente a la actual crisis y para poder ser más competitivos de cara al futuro.

La entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE) -predecesora de la Unión Europea (UE)- el 1 de enero de 1.986 fortaleció el impulso económico iniciado en los años anteriores (Pactos de la Moncloa y primer gobierno del PSOE a partir de 1.982). La entrada requirió que el país abriera su economía, con un fuerte incremento de la inversión extranjera en España y un impulso modernizador de nuestras empresas con la competencia exterior. También se produjo un incremento de las inversiones públicas en infraestructuras entre las que se encontraban las relativas a los fastos del ‘92 (Olimpiadas de Barcelona y Exposición Universal de Sevilla). Se produjo un tirón del consumo motivado por un efecto de enriquecimiento provocado por la subida de la Bolsa y del valor de los inmuebles. Con esto, España aceleró el crecimiento de su Producto Interior Bruto (PIB), redujo la deuda pública, redujo la tasa de desempleo del 23% al 15% en 3 años y redujo la inflación por debajo del 3%. Los retos más importantes para la economía española incluían la reducción del déficit público, una mayor reducción de la tasa de desempleo, la reforma de las leyes laborales, la reducción de la inflación, el aumento del rendimiento y la productividad, y el aumento del PIB per cápita.

Después del gran crecimiento experimentado a finales de los ochenta, la economía española entró en recesión a mediados del año 1.992. Desde 1.992 la política económica estuvo marcada por los Acuerdos de Maastricht dirigidos a la instauración del euro como moneda común de la Unión Europea lo que implicaba una serie de medidas encaminadas hacia el control de la inflación y del déficit público.

La devaluación de la peseta a lo largo de los años noventa hizo más competitivas las exportaciones, pero la fuerza del euro desde su adopción en 2.002 (y la bajada del dólar) plantearon algunos problemas a nuestras exportaciones que se han visto compensados, en cierta manera, por la facilidad del comercio entre los países de la zona euro y las nuevas relaciones de España con Iberoamérica y Asia. Aún así, nuestro déficit exterior es enorme (solo superado por el americano) y supone una merma de aproximadamente el 10% de nuestro PIB.

Las aportaciones de capital de la UE, que han contribuido significativamente al crecimiento económico español desde la incorporación a la CEE, han comenzado a decrecer considerablemente en estos últimos años, debido a los efectos de la ampliación de la Unión. Por una parte, los fondos agrícolas de la Política agrícola común de la Unión Europea (PAC) se reparten entre más países (los países incorporados del este de Europa tienen un sector agrícola significativo), por otra, los fondos de cohesión y estructurales han disminuido inevitablemente debido al éxito económico español (ya que su renta ha progresado fuertemente en términos absolutos) y a que la incorporación de países de menor renta hacen disminuir la media de renta de modo tal que regiones deprimidas españolas han pasado a estar en la media europea o incluso encima de ella.

En todo caso, y teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, la economía española se recuperó a partir de 1.995, conducida por un aumento de la confianza de los consumidores y un aumento del consumo privado. Tanto la vivienda como el turismo han tenido un protagonismo importante en el crecimiento de la economía española en los últimos años con incrementos anuales del PIB superiores al 3%. Por otro lado el paro se ha reducido notablemente (del 20% al 8% en 2.007) y se ha mejorado en convergencia de renta con los países de la Unión Europea.

Y llegamos a la segunda mitad del 2.007 donde empieza a estallar la “burbuja inmobiliaria” española ayudada por el incremento de la inflación (forzado por la subida de los precios del petróleo, las materias primas y los alimentos) y los problemas crediticios de la banca internacional (provocados en gran medida por la crisis “subprime” americana, la avaricia de los bancos y la negligencia de ciertos organismos reguladores, principalmente la Reserva Federal y el Banco Central Europeo). En ese momento empieza la desaceleración y nos encontramos muy rápidamente con el final de un ciclo...

En 2.008 las cosas han seguido empeorando y en este momento nos encontramos en una situación muy preocupante en la que nos encontramos a día de hoy con una España en recesión (o casi). La aceleración del deterioro económico se manifiesta en todos los indicadores desde el lado de la demanda, pero es especialmente intensa en el caso del consumo de las familias, como pone de manifiesto continuamente el Instituto Nacional de Estadística (INE) (1): se desploman las ventas del comercio al por menor -lo que pone de relieve hasta que punto el efecto combinado del aumento del desempleo y del alza de los precios está socavando la capacidad de gasto de los hogares. No se trata de un dato aislado, sino que es coherente con lo que ha sucedido en los últimos meses. El descenso más acusado se concentra en los bienes destinados al equipamiento del hogar. La caída de la demanda no sólo afecta al comercio minorista, cuyo margen de maniobra es menor para afrontar un escenario de ralentización económica, sino también a las ventas de las grandes superficies, lo que pone de relieve el empeoramiento del consumo doméstico. El hecho de que los hogares consuman menos es crucial desde el punto de vista macroeconómico, toda vez que el gasto de las familias representa alrededor del 60% del PIB desde el lado de la demanda.

La caída del consumo viene siendo advertida desde hace meses por los indicadores adelantados, que reflejan un dramático deterioro de la confianza de los consumidores en el fututo de la economía. Tres factores, al menos, influyen en el deterioro de las expectativas económicas –que es un indicador de la futura evolución del consumo-. En primer lugar, el alza de la inflación, que merma el poder adquisitivo de los salarios. Nos situamos ya en las tasas más elevada desde 1997, año en el que comenzó a publicarse el índice de Precios de Consumo Armonizado (IPC). En segundo lugar, la caída del consumo tiene que ver con el aumento de los tipos de interés, lo que socava el poder adquisitivo de las familias, sobre todo en un país como España, donde el endeudamiento (principalmente para adquisición de viviendas) representa nada menos que el 130% de la renta disponible de las familias. Y mientras tanto el Euribor (tipo de interés oficial de referencia más utilizado para préstamos en España) sigue subiendo. Y en tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, el empleo se está deteriorando de forma acelerada.

En una anterior entrada titulada “Multiculturalismo” (3 de octubre de 2.008) hablaba sobre el aburguesamiento de la sociedad española al creerse rica (o medianamente pudiente). En esta crisis que nos engulle existen causas endógenas -como las que acabo de mencionar- y exógenas -subida de los precios del petróleo, las materias primas y los alimentos; crisis “subprime” americana y crediticia/financiera global; etc.-. Mi pregunta ahora es si queremos salir de esta crisis en uno o dos años, o deberemos esperar diez años para lograrlo. En mi humilde opinión, las recetas para superar esta crisis lo más rápidamente posible son -aparte de los poco eficaces parches keynesianos que intenta poner el gobierno a través de su política fiscal o los macro-planes de rescate por si quiebra alguna institución financiera- optar por el rigor económico, por purgar los excesos, por limitar el gasto público y por poner el énfasis en la mejora de la productividad con más dosis de libertad económica y con reformas que liberalicen aún más el mercado del trabajo, el del suelo, el de las telecomunicaciones y el de la energía. También se debe reducir la burocracia y aumentar significativamente la inversión en I+D+i tanto pública como privada y mejorar sustancialmente la educación y la formación. De esta manera cambiaríamos el modelo de crecimiento (que hasta ahora ha estado basado en el ladrillo, en los servicios de bajo valor añadido típicos de nuestro turismo, y en el desaforado crédito y excesivo consumo) y saldríamos reforzados de esta fase negativa del ciclo con una economía mejor equipada para competir en los mercados globales.

Todas estas medidas requieren voluntad política y algunos sacrificios por parte de la ciudadanía, pero en el medio y largo plazo serían beneficiosos para el conjunto de la sociedad y de nuestra economía. El futuro del país depende de asuntos trascendentales como una buena política económica: un mercado doméstico único, un sistema laboral mucho más flexible, una completa liberalización del comercio, unos impuestos más bajos, unas reglas del juego más claras para pelear y competir, un sistema judicial rápido y eficiente… Sin estas reformas estamos abocados al fracaso como nación y a un creciente empeoramiento de nuestro nivel de vida como ciudadanos. Ya es hora de tomar medidas.

(1) Instituto Nacional de Estadística (INE):


http://www.ine.es/

viernes, 10 de octubre de 2008

Arte étnico

Ahora me gustaría retomar algunas de mis visitas culturales que hice durante este último verano. Comenzaré en Lisboa donde descubrí dos joyas: la deliciosa colección de la Fundación Gulbenkian y el monumental Museo de Oriente inaugurado en mayo de este año. Posteriormente viajaremos hasta París para descubrir un museo de reciente construcción (2.006), el Museo Quai Branly. He de aclarar que en el Gulbenkian se encuentran piezas de arte occidental, aunque buena parte de su colección está dedicada al arte de otras culturas.

El nuevo Museo de Oriente en Lisboa (1) se ubica en una antigua fábrica de transformación de pescado que data de los años cuarenta y que ha sido entera y exquisitamente restaurada. El precioso edificio industrial que alberga este museo y centro cultural se sitúa en los muelles de Lisboa, al borde del río Tajo. La colección permanente se compone de casi 1.500 obras (piezas de pintura, cerámica, textil y diversas artes decorativas) relacionadas con la presencia portuguesa a partir del siglo XV en Asia, sobre todo en India, China, Japón y Timor, y han sido adquiridas por la fundación, creada en 1988 en Macao, antigua colonia portuguesa ahora bajo soberanía China (que, por cierto, es uno de los generosos benefactores del museo). Entre las obras se incluyen más de 650 objetos de arte decorativo cedidos por el Museo Kwok On de París (2) que repasan las artes del espectáculo de origen popular y las grandes mitologías de toda Asia.

Una reseña histórica: los portugueses fueron los primeros occidentales en alcanzar Asia y su Edad de Oro de los siglos XV y XVI fue lograda en buena parte a través de la expansión a las Indias Orientales (3). Tal vez por ello en Portugal al té se le llama “chá”…

La exposición inaugural se consagra a las máscaras de Asia (4). Se trata de una impresionante colección de más de 200 piezas procedentes de India, Sri Lanka, Tailandia, China, Japón y otros países y regiones, la mayor parte utilizadas para usos ceremoniales, entretenimiento, evasión, protección o punición.

Los múltiples usos dados a las caretas me hicieron reflexionar sobre las mascaras que en ocasiones nos colocamos los humanos a la hora de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Afrontar nuestras emociones y soportar nuestros sentimientos no es tarea sencilla (al menos para mí) y los mecanismos de defensa del ego -compensaciones que utilizamos para contrarrestar y camuflar algo que hay en nosotros y que consideramos un defecto o algo errado- son múltiples y enrevesados. Ya lo decía Lord Byron, que algo entendía sobre estos asuntos (5): “Y, después de todo, ¿qué es una mentira? Nada más que la verdad enmascarada”. Las mentiras y el auto-engaño son la excusa perfecta para no querer confrontar las consecuencias de nuestros actos. Pero por mucho que queramos, por mucho que lo deseemos, jamás serán verdad. Prometo redactar en breve una extensa entrada sobre este espinoso a la vez que fascinante asunto.

(1) Museo de Oriente en Lisboa:

http://www.museudooriente.pt/

(2) Museo Kwok On:

http://www.museudooriente.pt/266/the-kwok-on-collection.htm

(3) Edad de Oro portuguesa:

http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_Portugu%C3%A9s

(4) Máscaras de Asia:

http://www.museudooriente.pt/219/mascaras-da-asia.htm

(5) Biografía de Lord Byron:

http://es.wikipedia.org/wiki/Byron

Pasemos ahora a la ya madura –nació en 1.956- Fundación Gulbenkian (6). La colección constituye, en síntesis, un sublime panorama del arte oriental y occidental (7), comenzando con estatuas egipcias datadas 3.000 años a.C. -esplendida la cabeza del faraón Amenhamath-, medallas y vasos griegos pintados, bajos relieves asirios, tapices, alfombras, trajes, libros, azulejos y lámparas provenientes de Persia, Turquía y Siria -deslumbrante selección, única en el mundo-; asimismo se adentra en la porcelana china y japonesa de los siglos XIV al XVIII, se demora en la pintura europea desde la época medieval hasta el impresionismo -con obras de Roger van del Weyden, Ghirlandaio, Rubens, Rembrandt, Watteau, Fragonard, Gainsborough, Rommey, Turner, Guardi, Corot, Manet, Monet, Renoir, los prerrafaelistas ingleses- y finaliza con una sala entera dedicada a las joyas de René Lalique que quita la respiración. Muebles y platería franceses de los siglos XVII y XVIII acompañan la recreación de época.

Se trata, a mi entender, de uno de los pocos museos en el que el visitante no se siente abrumado y sale con la voluntad de volver lo antes posible. La responsabilidad de esta innegable atracción recae, por un lado, sobre el montaje y la iluminación, complejos y variados (en el color, las dimensiones espaciales, etc.), y, por otro, en la feliz integración de arquitectura y naturaleza -los jardines que lo rodean fueron diseñados por el multifacético arquitecto paisajista, político y monárquico Gonçalo Ribeiro Telles (8)-, con zonas de descanso y reflexión. Indudablemente se trata de un museo concebido a la medida del ser humano.

La historia de Calouste Sarkis Gulbenkian (1.869-1.955) es asimismo apasionante (9): magnate del petróleo -conocido por el apodo “Mr. 5%” al quedarse con ese porcentaje de las operaciones petrolíficas que realizaba en la zona de Irak- nació en Istambul, descendiente de una ilustre familia armenia. Estudió ingeniería en el King’s College de Londres y su vida profesional transcurrió en el mundo de las finanzas y del petróleo poniendo de manifiesto su inteligencia y su intuición para los negocios. Simultáneamente, se apasionó por el arte y acumuló una colección de excepcional valor por la calidad de las piezas elegidas. La leyenda insinúa que la colección tenía como destino Estados Unidos y que, al pasar por Lisboa, el Señor Gulbenkian enfermó y fue tan bien atendido por un médico local que, al querer conservarlo, fijó residencia en la ciudad.

(6) Fundación Gulbenkian:

http://www.gulbenkian.pt/

(7) Colección del Museo Gulbekian:

http://www.museu.gulbenkian.pt/coleccao.asp?lang

(8) Biografía de Gonzalo Ribeiro Telles:

http://pt.wikipedia.org/wiki/Gon%C3%A7alo_Ribeiro_Telles

(9) Biografía de Calouste Sarkis Gulbenkian:

http://pt.wikipedia.org/wiki/Gulbenkian

Acabo esta entrada dedicada al arte y a la cultura relatando mi experiencia en el Museo Quai Branly de París (10), un soberbio museo de gran valor esencialmente antropológico. Respecto a su concepción, nos encontramos con la póstuma y faraónica obra de carácter cultural ejecutada por el ex-Presidente de Francia (y ex-Alcalde de París) Jacques Chirac que contó con personalidades como Kofi Annan o Rigoberta Menchú para su inauguración en el año 2.006.

El edificio, enclavado a las orillas del Sena y muy cerca de la Torre Eiffel, fue diseñado por el arquitecto francés Jean Nouvel, ganador del premio Pritzker (11) de arquitectura y conocido en España por la ampliación del MNACRS (Madrid) y la Torre Agbar (Barcelona). A mi juicio, Nouvel no ha estado a la altura con este diseño: demasiado simple, demasiado frío, demasiado cubista y de aspecto pobretón. Al menos en su interior la profusión de madera, paredes curvas y colorido natural le dan un aspecto más suave, cálido y acogedor.

En cuanto a la muestra, su extraordinario repertorio es el resultado de la fusión de la colección de etnología del Museo del Hombre y de las colecciones del Museo Nacional de Artes de África y de Oceanía. Contiene más de 300.000 objetos donde se mezclan aspectos artísticos, históricos y antropológicos de las culturas de Africa, Oceanía, Asia y América. El único criterio unificador es que se trata de culturas no occidentales y pretende ofrecer una visión multilateralista del mundo, si bien ha recibido críticas de quien ha visto en él cierto mensaje etnocentrista (eurocentrista en este caso) subliminal. Es curioso que no se contemple la cultura occidental pues el leitmotiv del museo es “là où dialoguent les cultures” (“el lugar donde dialogan las culturas”). Y digo esto teniendo muy en cuenta los fenómenos de fricción y revuelta social que ha vivido Francia -y muy especialmente París- en los últimos años (12).

Hubo un detalle que no me agradó: la excesiva visibilidad de los sponsors privados (marcas comerciales). No es que esté en contra del mecenazgo por parte de las empresas pero en este museo se trata de algo muy evidente y me pareció una forma poco adecuada y elegante de hacer publicidad. Tal vez el futuro de los espacios culturales vaya por este camino, es decir, por la política de mecenazgo y “privatización de los espacios” (13) que tiene este museo. Tiempo al tiempo.

Por último destacar y aconsejar una visita a la curiosa, interesante y casi bizarra exposición titulada Plànete Metisse (Planeta Mestizo) donde se mezclan épocas, continentes, sociedades y tradiciones en una alocada y delirante mezcolanza de apropiación y recreación (14). No había visto nada igual en mi vida.

(10) Museo Quai Branly de París:

http://www.quaibranly.fr/

(11) Jean Nouvel gana el premio Pritzker:

http://www.20minutos.es/noticia/364365/0/jean/nouvel/pritzker/

(12) Fricción social en Francia:

http://www.newyorkpress.com/18/45/news&columns/olivierguitta.cfm

(13) Estrategia de mecenazgo:

http://www.quaibranly.fr/fr/soutenir-le-musee-privatiser/mecenat/privatiser-les-espaces/index.html

(14) Exposición Plànete Métisse (Planeta Mestizo):

http://modules.quaibranly.fr/metis/

viernes, 3 de octubre de 2008

Multiculturalismo

Hace poco una amiga portuguesa me preguntaba mi opinión sobre este asunto. Según entiendo que apunta en su blog (1) la mezcla de culturas que ya se da en nuestros países nos avoca a dicho multiculturalismo y de nada sirve hablar ahora –y menos en el futuro- de una identidad común nacional. Al fin y al cabo, todos somos ya multiculturales, todos somos un gran mosaico.

A mi entender el multiculturalismo es -en líneas generales- un fenómeno positivo, imparable debido a la globalización y muy enriquecedor: la mezcla de personas de distinta procedencia nos descubren nuevas culturas; la diversidad trae nuevas ideas y nuevas maneras de pensar que nos proponen nuevos horizontes; se trata sin duda de una fuente de energía social muy potente que –en gran parte de los casos- contribuye al bienestar colectivo.

Hasta aquí lo positivo. En cuanto a lo negativo, la convivencia cultural no es fácil y existen una serie de cuestiones que, desde un punto de vista socio-político, debemos tener en cuenta e intentar resolver: ¿Cómo construir sociedades que sean realmente pluralistas y al mismo tiempo compartan un sentimiento de pertenencia? ¿Qué pueden hacer los Estados para ayudar a las distintas comunidades culturales a convivir como (o dentro de) una comunidad nacional sin que se produzcan fricciones sociales? ¿Son eficaces las políticas y prácticas actuales para preservar la diversidad cultural al tiempo que promueven actitudes y valores que alienten y fomenten el respeto mutuo? ¿Cómo deben evolucionar las políticas y las instituciones para ajustarse más a las necesidades de las distintas sociedades? ¿Cabe definir la identidad nacional de manera que todas las comunidades pueden identificarse con el país y con su autodefinición? Como podéis comprobar, se trata de cuestiones de gran calado.

A mi entender, la mejor manera de solventar estos problemas es que se estableciesen políticas culturales en las que se contemple la diversidad étnica, así como la pluralidad de idiomas, ideologías y modos de vida. Existen muchas formas distintas de tomar este camino, y yo creo que el modo más duradero de hacerlo es crear un sentido de nación como comunidad cívica, arraigada en valores compartidos por todos los elementos de la sociedad nacional. Asimismo opino que -en nuestras sociedades española y portuguesa- esos valores deben ser los valores occidentales (democracia, libertad individual, seguridad jurídica, tolerancia, igualdad, estado de derecho, dignidad humana, imperio de la ley, derechos fundamentales básicos, etc.). Por tanto, creo que los que vienen de fuera se deben adaptar a la sociedad que les acoge (y a sus valores) y no viceversa.

Pero claro, vivimos en tiempos de relativismo y de lo políticamente correcto... y a veces parece que lo políticamente correcto es no decir nada a nadie sobre ningún asunto (aunque pensemos que no están obrando de la manera adecuada o correcta; aunque a todas luces y objetivamente no sea correcto) porque podríamos herir “sensibilidades”. Esto lo aplico tanto a la propia esencia de nuestra sociedad occidental (desgraciadamente postmoderna y relativista) como a nuestro trato con personas y organizaciones de otras culturas que están entre nosotros.

Confieso que mis opiniones no llegan a la radicalidad de Oriana Falacci (2) pero sí estoy de acuerdo
en que deberíamos al menos defender un poquito más nuestra cultura y valores occidentales. Ya sé que nuestra sociedad no es perfecta pero creo que es donde mejor y más libre puede vivir el ser humano… y digo esto sin orgullo ni prepotencia. Simplemente estoy convencido de ello (y he viajado algo por el mundo y he estudiado la mayor parte de los sistemas socio-políticos y culturales). No quiero parecer un etnocentrista, pero desgraciadamente parece que hoy en día debemos avergonzarnos de ser occidentales o de nuestros valores.

Bueno, la verdad es que esto no ocurre en todos los países occidentales pero sí en muchas partes de Europa, como en España. Aquí parece que queremos mucho trabajando poco y pretendemos ser felices sin esfuerzo alguno. En unos pocos años de relativo esfuerzo nos hicimos medianamente ricos –o al menos ligeramente pudientes- y después nos relajamos, nos aburguesamos y nos pusimos a echar la siesta confiando en el estado del bienestar. Pero hemos cometido algunos errores imperdonables como dejar de tener hijos, justo esos niños que cuando sean mayores y productivos se hagan cargo de nuestras facturas de la seguridad social. Parece que la solución ha sido la inmigración, pero no está muy claro que esto sea algo positivo en términos económicos a largo plazo y, aún peor, dicho fenómeno está generando algunos problemas de fricción social.

Por otro lado, una mezcla de complejo de culpa por nuestro pasado colonial (supuestamente lleno de horrores) y de un miedo atroz a ver en peligro nuestro nivel de vida alimenta un instinto reflejo que castiga nuestras señas de identidad, aborrece los valores que nos han forjado y se lanza a abrazar cualquier cultura, práctica o religión como igual o superior a las nuestras. Es decir, España (y Europa) se ha vuelto apaciguadora, relativista y multiculturalista (en el peor sentido de la palabra). Y no es por casualidad. La ética protestante que estuvo en el desarrollo del capitalismo en Europa ha dado paso a la cultura de la pereza y el concepto de sacrificio católico ha cedido ante el empuje del hedonismo. Y los europeos lo hemos celebrado alegremente. Mientras podíamos. Pero ahora vienen las vacas flacas y el mercado es lo que es: si no se trabaja, no se produce ni gana; y si no se genera riqueza, uno y la sociedad tiende inexorablemente a ser más pobre.

Pero, aunque todo está ligado, dejemos a la economía a un lado y volvamos a la ética y a la moral. Parece que en nuestra sociedad occidental también se ha instalado esa tendencia relativista que antes mencionaba, esa neutralidad moral que no nos conviene de ninguna manera como bien expresaba el líder tory David Cameron en fechas recientes cuando atacaba la “neutralidad moral” del Reino Unido y prometía "el fin de la cultura del algo por nada" (3).

Lo que intento decir es que yo me rebelo frente a ese relativismo que en definitiva supedita la valoración de los efectos a una interpretación maniquea de las causas. Siempre he pensado que existe una ética de la objetividad como baremo para interpretar lo que nos pasa. Por muy subjetivos que sean los caminos para acercarnos a los hechos, lo que está mal está mal independientemente de cualquier coartada ideológica o moral… y el sufrimiento humano que tales actos o decisiones conlleva siempre es eso: sufrimiento.

Por concluir, y volviendo al multiculturalismo, en mi opinión lo ideal sería una mezcla entre políticas multiculturales y pluralistas junto con otras asimilacionistas. Entiendo que esto es muy complicado de llevar a la práctica. Asimismo, no creo que el mundo esté aún en una posición de “choque de civilizaciones” como predijo Samuel Huntington ni parece cercano el “fin de la historia” de Francis Fukuyama (de hecho, parece que en estos momentos los ganadores se han convertido en perdedores). Tal vez mi pensamiento en estos temas se encuentre más cercano a las ideas de Bhikkhu Parekh (4).

Nos encontramos en momentos de cambio e incertidumbre, de riesgos pero también de oportunidades para el progreso de la Humanidad. Espero que prevalezca el sentido común y tomemos decisiones acertadas.

(1) Blog de Catari (ver entrada “EUROPE in Black and White”-Mayo 2008):


http://osnovosjornalistas.blogspot.com/

(2) Artículos de Oriana Fallacci:

http://www.elmundo.es/especiales/2001/09/internacional/ataqueusa/oriana.pdf

(3) Discurso de David Cameron:

http://www.telegraph.co.uk/news/newstopics/politics/conservative/2263705/David-Cameron-attacks-UK-'moral-neutrality'---full-text.html#continue

(4) Texto de Bhikkhu Parekh:

http://powerofculture.nl/uk/archive/commentary/parekh.html